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lunes, 28 de noviembre de 2011

El árbitro como problema

por Mezten ha publicado 33 artículos, 5 sobre Liga BBVA 14 comentarios Alfredo Relaño es el director del diario AS, y como tal tiene ciertos privilegios. Uno de ellos es poder publicar diariamente una columna de opinión, en primera página, que sirve de línea editorial de dicho periódico. Y yo no tendría mayor problema con ello - ser el jefe tiene ventajas; es inevitable -, si al menos siguiese una línea lógica y coherente. Por que resulta que el Sr. Relaño lleva años hablando del villarato una media de tres veces a la semana. Es el plato de la casa: hay villarato cuando gana el RM, y también cuando pierde. Hay villarato cuando los árbitrajes benefician al FCB, y también cuando le perjudican. Lo hay con excusa, y sin ella. El hombre incluso ha llegado a publicar una "Teoría General del Villarato", como si fuera Stephen Hawking presentando una nuevo descubrimiento sobre la naturaleza del espacio-tiempo. De hecho, su obsesión con el tema ha llegado al punto de inventar un "Platinato", para poder seguir dando la matraca cuando el FCB y el RM juegan en competiciones U.E.F.A. Así las cosas, lo lógico sería pensar que el Sr. Relaño es un ferviente partidario de las ayudas electrónicas y audiovisuales en los arbitrajes, para evitar esas presuntas manipulaciones. Pues agarráos: está en contra. En contra de usar el Ojo de Aguila para determinar cuando si el balón cruza o no la línea de gol, en contra de árbitros fuera del campo con acceso a las repeticiones a cámara lenta para ayudar al árbitro que permanece a pié de campo, en contra de sensores de movimiento para determinar, sin margen de error, cuando existe fuera de juego y cuando no... Pero, si está tan obsesionado con el Villarato, el Platinato y las conspiraciones judeo-masónicas, ¿por qué está en contra de incorporar la tecnología a los arbitrajes? Pues, evidentemente, porque entonces NO podría pasarse el día hablando de Villaratos, Platinatos y conspiraciones judeo-masónicas. Y es que aquí lo que importa es vender periódicos. Por eso interesa que existan jugadas polémicas - y si no las hay, se las inventan-, que aquí los merengues quieren leer que el FCB gana gracías a complots internacionales, igual que en la acera de enfrente siguen diciendo que el RM ganó 5 copas de Europa seguidas gracias a Franco - el Caudillo, por lo visto, gobernaba en toda Europa-. Y lo hacen por que admitir la superioridad del eterno rival, ya sea de forma histórica o circunstancial, escuece demasiado como para admitirlo sin más. Pero lo cierto es que el fútbol es un deporte en el que la influencia arbitral es mucho menor de lo que nos hacen creer. En el 90% de los partidos gana el más que más lo merece. Y en un sistema de campeonato tan largo como nuestra Liga de Fútbol, el porcentaje se dispara al 99%. Al fin y al cabo, las reglas están claras: los partidos los gana el que marca, al menos, un gol más que el contrario. Y ese es un criterio bastante objetivo. Y así pasa también con practicamente todos los deportes de masas que triunfan en la actualidad: las polémicas arbitrales en baloncesto son escasísimas, como en rugby, hockey, motociclismo o en golf, y prácticamente inexistentes en tenis (lo cual, por cierto, no le ha restado nada de afición ni interés a dicho deporte; es más, me gustaría ver en que otra disciplina deportiva se llenan estadios con esa facilidad, incluso en la competición femenina) . El auténtico problema lo tienen esos deportes, más minoritarios, en los cuales los árbitros SÍ deciden el resultado. Y es que un servidor se ha pasado alguna vez un rato viendo el patinaje artístico en TVE2. Y resulta que es un espectáculo más entretenido de lo que parece. El problema es cuando el o la patinadora termina el ejercicio, y son los jueces los que deciden, de forma totalmente subjetiva, si le otorgan medio punto más o menos que a su rival directa. Y claro, si en deportes con criterios más objetivos, como el fútbol, hay conspiranoia con los arbitrajes, ¿como no se van a sentir constantemente atracados los deportivas y aficionados que desean la victoria con todo su corazón? Cojamos otro ejemplo: el boxeo. Es un deporte en el que, curiosamente, conviven ambas situaciones, ya que, si se produce un K.O., no hay discusión posible: ganó el que lo merecía. Ahora bien, cuando termina el combate con ambos púgiles en pié, la cosa adquiere tintes Kafkianos, con acusaciones de sobornos, casas de apuestas en el ajo, presiones políticas, y la máfia de fondo. Valga de ejemplo perfecto el último combate por el título mundial entre Pacquiao y el mexicano Márquez: los jueces norteamericanos le otrogaron la victoria al primero, y el segundo ya amenaza hasta con ir a los tribunales. Y no solo es el propio Márquez el que es incapaz de diregir la decisión de los jueces; todo México habla de atraco a mano armada. Y claro, como el criterio es totalmente subjetivo, la discusión no tiene fin: unos dicen que Marquez llevó la iniciativa, los seguidores de Pacman aducen que su ídolo controló el combate, los primeros insisten con el número de puñetazos que lanzó Márquez, los otros contestan que el méxicano solo golpeaba a la guardia de Pacman mientras que este le asestaba "golpes efectivos", y así hasta el infinito y más allá. Vamos, para volverse loco. Luego hay casos realmente descorazonadores, como la gimnasia rítmica y la natación sincronizada, donde las victorias se deciden en décimas de punto, y en las cuales ya se habla directamente del peso de la federación rusa, la influencia de las chinas, y como ser del país organizador te otorga, por norma, ese medio punto más. En realidad, presenciar esas competiciones se parece al festibal de Eurovisión: Uribarri se pasa la noche prediciendo - ¡y acertando!- la cantidad de votos que le va a dar Lituania a Rusia, o Noruega a Suiza, o como Estonia está muy aliada con Letonia, y como España se va a quedar con un miserable punto por que no somos amigos de nadie... y claro, ¿que puto interés pueden tener competiciones en las cuales el resultado se adivina de antemano? En definitiva, creo sinceramente que los aficionados al fútbol deberíamos rebajar el tono con los árbitros, aprender a encajar mejor las derrotas, y ser más críticos con los problemas internos de nuestros respectivos equipos en lugar de perder el tiempo y la cordura buscando complots. Y ello por dos razones: primero, por que tenemos la suerte de que en fútbol las decisiones arbitrales influyen, pero mucho menos de lo que pensamos. En segundo lugar, para no tener que seguir asistir a más agresiones salvajes a los colegiados, especialmente a los valientes que se juegan el pellejo pitando en las divisiones inferiores. Recordad: sin árbitros, no hay fútbol.

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