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Domingo, 01 de Mayo de 2011 15:56 |
![]() Asuma riesgos El árbitro competente es consciente de que en ocasiones hay que asumir riesgos, sin embargo, generalmente para no hacerlo, argumenta una recopilación de explicaciones lógicas y razonables, cuando en realidad no son más que “excusas que trata de convertir en verdades y lo apartan del éxito”. Los problemas no son los riesgos que no está tomando, los problemas son las oportunidades que está perdiendo. El hecho de “no hacer” por falta de seguridad o por no saber, es lo que más perjudica. Cuando se toman decisiones no siempre se acierta; si esto ocurre lo que hay que hacer es aprender de los errores para tratar de evitarlos en el futuro. Decisiones oportunas Hay momentos en los que se deben tomar decisiones sin disponer de toda la argumentación que el árbitro quisiera, de hecho no está absolutamente claro cuál es la solución más acertada, pero hay que asumir una postura. En este escenario de incertidumbre el árbitro competente no se bloquea y toma la medida que estima más oportuna, sabiendo que cabe la posibilidad de no acertar. En otras ocasiones se presentan oportunidades que a veces no están totalmente definidas, pero que si se saben aprovechar pueden resultar muy beneficiosas para el desarrollo normal del partido o en su defecto para la carrera del propio silbato. Apueste y gane En el arbitraje tan competitivo y cambiante como el actual, no aceptar “tomar riesgos” es condenarse al fracaso, por eso cuando se corren riesgos no son disposiciones caprichosas, no se basan en “puras corazonadas” del árbitro, sino que son decisiones analizadas desde otro punto de vista; consultadas con su equipo y que se toman porque de no hacerlo implicaría correr un riesgo todavía mayor, como dejar que el partido se salga de la manos o se quede sin control. Esto obliga al árbitro a que en ocasiones tenga que "apostar" y tomar decisiones que exijan actos antipopulares, no obstante el asumir este riesgo, sabe de antemano que puede ganar o perder. Riesgos calculados Un riesgo es calculado cuando el árbitro sopesa los beneficios y puede responsabilizarse de las consecuencias; de otra manera sería una apuesta y dependería del azar. Con esto se pretende que un árbitro en el campo tome riesgos calculados, que medite racionalmente si el riesgo vale la pena, así el miedo desaparece. Al principio un silbato puede correr riesgos menores que lo hagan sentir cómodo, pero que lo alejen de esa monotonía y falsa seguridad para empezar a vivir un arbitraje más pleno y dichoso. Arbitrar sin riesgo, es triunfar sin gloria. Así que recuerde, sea prudente pero no deje de correr riesgos. |
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miércoles, 4 de mayo de 2011
El riesgo de no correr riesgos
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