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domingo, 5 de junio de 2011

Escándalo en el Calcio italiano

05-06-2011
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En estos días, un nuevo escándalo sacude tristemente el mundo deportivo nacional, una investigación que enfanga el futbol italiano demostrando que padece una enfermedad endémica de la que parece incapaz de librarse: las revelaciones entorno a un nuevo fraude deportivo, a la constitución de una red criminal que conseguía importantes beneficios a través de las apuestas deportivas, a veces ilegales, manchan su honorabilidad y moralidad.
No se trata del primer episodio: basta con recordar eltotonero (lotería negra, clandestina) del 1980 o el reciente escándalo de calciopoli de 2006, que desveló las intrigas entre los dirigentes de algunos prestigiosos equipos (Juventus, Milán, Lazio…) y los árbitros para condicionar los resultados de la máxima serie. Ahora, el calcio italiano resulta nuevamente revuelto y perturbado por cuestiones extradeportivas. Se trata de una red de fraude en las apuestas futbolísticas, cuyo objetivo era manipular los resultados e influir en el normal desarrollo de las competiciones deportivas nacionales.
El escándalo involucra a jugadores conocidos (Peppe Signori, tres veces pichichi de la Serie A), cuenta con métodos dignos de una novela policiaca, de un relato de Agatha Christie (calmantes para restar fuerzas a otros futbolistas, suministrados por un portero en la bebida de sus compañeros de equipo: un episodio casi kafkiano, que ni siquiera sucede en el mundo de la hípica) u otros elementos escalofriantes. Se ocupaban —y preocupaban- por condicionar los resultados de algunos partidos de la Serie A, de la segunda, de las categorías inferiores. Resulta sorprendente que incluso existiera un tarifario para amañar el resultado de un partido a cambio de dinero: 400.000 euros por un partido de primera división, 120.000 euros para uno de la Serie B y 60.000 para un encuentro de la Lega Pro (la tercera categoría).
Este nuevo escándalo debe invitar a reflexionar: el futbol italiano resulta “infectado” —según definición de la prensa italiana-, moralmente tocado y éticamente cuestionado. Se trata de unos episodios que, por un lado, indican la amplitud del problema (detenciones e investigaciones en toda la bota itálica, desde Cremona hasta Bari, pasando por Bologna), y por otro muestran el menoscabo moral, la falta de escrúpulos de unos individuos que se sienten todopoderosos, legitimados para decidir la suerte de un equipo, menospreciando a sus aficionados, víctimas de esta engañosa trama. Mientras la idea de poder amañar 5 o 6 partidos en un solo fin de semana demuestra una “capacidad delictiva a escala industrial”, la pretensión de decidir el resultado de la máxima serie del fútbol italiano delata un preocupante delirio de omnipotencia, una inquebrantable fe en que su propia acción no será descubierta o, de todas formas, impune. Genera perplejidad y tristeza que escándalos de este tipo y magnitud estallen cíclicamente en el mundo deportivo italiano, señalando que se trata de una esfera más corrupta y podrida de lo que cabe imaginar. Fraudes, apuestas, corrupción restan credibilidad al deporte italiano y presagian, para todos los aficionados, un nuevo verano de procesos y sentencias deportivas. Nuevamente le tocará a la Justicia decidir la composición de la Liga italiana, penalizar equipos y suspender a futbolistas pútridos.
¿El fútbol italiano es un deporte creíble? Difícil contestar, aún más si el entrenador de la selección nacional, Prandelli, tristemente admite: “desgraciadamente, estamos acostumbrados en estos últimos años a los escándalos”. En Italia, como en otros muchos países, el deporte se postula como una “escuela de valores”, una actividad que, en caso de éxito, puede contribuir a emerger del propio contexto: el futbol puede enseñar otros valores, representar salvación y rescate social. La credibilidad del deporte italiano plantea una cuestión moral, la necesidad de promover nuevos valores en un deporte tan importante para el pueblo italiano, capaz de generar emociones y al que, tal vez, se le da demasiada importancia: por eso, en una ocasión, Winston Churchill llegó a afirmar: “los italianos pierden los partidos de fútbol como si fueran guerras y las guerras como si fueran partidos de fútbol”.

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